Los partidos políticos, imprescindibles en el funcionamiento del sistema democrático, abusan de su posición dominante. Ellos son los principales responsables de la mediocridad, la ineptitud e incluso a veces de la pura estupidez que se da entre los gobernantes. Estas asociaciones privadas, constituidas en buena parte para extraer rentas públicas, presentan a los electores candidatos que casi nunca pueden acreditar una trayectoria y una capacidad similares a las de los directivos contratados por las empresas privadas; con lo que contribuyen a degradar el sistema democrático y a debilitar de manera sistemática el estado del bienestar.

Desde una perspectiva nueva, que combina el punto de vista clásico de las ciencias sociales con el moderno de los estudios y la práctica del management, se revisan los casos más flagrantes de incompetencia en los últimos diez años y se proponen alternativas viables.

El soberano popular —integrado en su mayor parte por la llamada clase media— suele elegir muy mal a sus servidores, pero el gobierno mediocre o de los mediocres no es consubstancial a la democracia. Sin embargo, solo se puede revertir esta dinámica perversa mediante la supervisión de órganos externos independientes constituidos por quienes han alcanzado la más alta excelencia en sus profesiones.

Se explican los mecanismos por los que la “oligarquía interpuesta” de la clase o “casta” política —situada entre la oligarquía tradicional y el pueblo— impone a la ciudadanía el círculo vicioso de la mediocridad permanente, a la vez que se exponen vías de actuación concretas para revertirla.